Sleeping Beauty
Este queso lo elabora Cascadia Creamery una quesería familiar situada en la ladera del Monte Adams, en la pequeña localidad de Trout Lake, en la garganta del río Columbia, Washington.
En Cascadia Creamery, creen que el queso debe ser una expresión de la tierra. Aquí, a la sombra del Monte Adams, los arroyos glaciales ricos en minerales, el suelo volcánico y las antiguas cuevas de lava brindan las condiciones perfectas para elaborar sus quesos curados, de leche cruda y con certificación ecológica.
Al igual que un buen vino, la tierra y el entorno se unen para crear sabores y aromas únicos para sus quesos. Cada uno de ellos ha sido besado por los elementos del suelo volcánico, el agua de montaña y el aire de las antiguas cuevas para crear deliciosos quesos artesanos con los sabores distintivos de Cascadia.
Todo ello se consigue gracias a: John el quesero, Marci (la esposa) es la directora de marketing, Candice (la madre) es la ayudante en la fabricación de quesos, y Eric (el hermano) es el administrador de sitio web. Pero sin ninguna duda su principal recurso es la excelente leche cruda que proviene de una granja familiar de cuarta generación y que fue una de las primeras lecherías en el estado de Washington en obtener la certificación orgánica de Oregon Tilth (uno de los certificadores de granjas orgánicas más rigurosos del país).
El Sleeping Beauty (Bella Durmiente) se elabora con leche cruda de vacas que pastan en los pastos cultivados en el rico suelo volcánico de las Montañas Cascade.
Este queso es un verdadero homenaje a la emblemática «Belleza» de la cordillera Cascade, ubicada entre los majestuosos picos Pahto (Monte Adams) y Wy’East (Monte Hood). Al igual que su homónimo cuento de hadas la «bella durmiente», el queso Sleeping Beauty tiene el poder de cautivar y deleitar.
Su textura es un sueño cremoso, suave y mantecoso, pero sorprende con un sutil picor que tienta las papilas gustativas. Envejecido durante 75 a 100 días, durante los cuales desarrolla hermosa corteza gris moteada. De sabor mantecoso y dulce con un final ligeramente ácido, su pasta es de un hermoso color dorado pálido con ojos pequeños. La textura es cremosa y flexible, en los más maduros también es ligeramente quebradiza.
Es importante consumir el queso a temperatura ambiente, si quiere saborear toda su fragancia de matices. Una vez llevado a la temperatura adecuada, recomendaría comer este queso con algunas manzanas o peras crujientes acompañado con pan, pero también merece un lugar destacado en una tabla de quesos al final de una buena comida. Funde tan bien que se puede usar en cocina: para enriquecer sopas, o para calentar sobre verduras y patatas cocidas. Combinan muy bien con una deliciosa sidra, o incluso una buena cerveza Pilsner ligera.