Cuesta
Este queso lo elabora Pardinhos Artesanal una quesería ubicada en el municipio de Pardinho, a unos 200 km de la capital de São Paulo, la finca se encuentra a una altitud de 960 m, reuniendo condiciones climáticas y medioambientales únicas. La mitad de su área está destinada a la preservación de su exuberante bosque autóctono, mientras que la otra mitad se destina a los pastos encargados de alimentar al ganado vacuno.
El trabajo de Pardinho Artesanal se centra en la Gyr, una raza cebú de aptitud lechera. Una raza sagrada originaria de la India, su leche tiene características únicas, tanto sensoriales (sabores y aromas) como nutritivas. El bienestar de los animales es una de las mayores preocupaciones de la granja, por eso no separan a los terneros de las vacas durante el ordeño, dejando siempre un techo disponible para el animal. Así, además de garantizar la salud de los terneros y el bienestar de las vacas, consiguen extraer la leche con un estímulo natural, sin artificios químicos.
El queso Cuesta se elabora artesanalmente con leche cruda de vacas Gyr, criadas en los pastos de la Fazenda Sant’Anna.
Elaborados en viejas ollas de cobre, los quesos pasan luego por un proceso de maduración de 8 meses en estantes de madera, en bodegas subterráneas que garantizan la estabilidad de temperatura y humedad, condiciones ideales para todo el proceso de refinado. Durante la maduración en bodega, el queso Cuesta entra en contacto con un hongo especial, responsable de su aspecto rústico que contrasta con su textura cremosa y su sabor suave y dulce.
Su corteza se puede comer, pero algunas personas prefieren quitarla por su sabor ligeramente amargo.
La pasta es suave, cremosa y con sabor a mantequilla. Lo que más me gusta de este tipo de queso (además de su aspecto rústico) es el largo final – como la mantequilla fresca, pero picante – que dura varios minutos.
Este queso ganó la Super Medalla de Oro en Le Mondial du Fromage de Tours en Francia en 2019.
Si todos los quesos es importante consumirlos a temperatura ambiente, en este es imprescindible, si quiere saborear toda su fragancia de matices. Una vez llevado a la temperatura adecuada, la forma de consumo tradicional es solo, con una rebanada de pan o acompañado de frutas frescas como manzanas, peras o uvas. Si desea una combinación más dulce, pruebe con mieles o jaleas. Este queso pide a gritos un vino tinto con taninos suaves y notas afrutadas, pruebe con un Gamay.